Política y urbanismo: La ideología influye en las ciudades

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Nuestra ideología nos influye más allá de nuestra propia conscienciaNuestra ideología impregna nuestros actos, casi siempre más allá de nuestra propia conciencia. En el fondo, una ideología es una “escala de valores” que nos dice lo que se supone que es más importante.

Suele pensarse que el ser humano es racional, que piensa antes de actuar y que evalúa sus pensamientos antes de validarlos. No siempre es así, ni siquiera entre la gente mejor formada. Por ejemplo, economistas de la talla de Georgescu-Roegen o del premio Nobel Sen, critican que, en demasiadas ocasiones, la economía no estudia al ser humano real, sino a una simplificación del mismo (el Homo oeconomicus), el cual se mueve mecánicamente por intereses egoístas y al margen del contexto social y cultural. Romper con esa simplificación, le costó a Georgescu-Roegen ser ignorado por sus colegas y tal vez por eso no consiguió el premio Nobel. Pero Georgescu-Roegen tenía razón: el ser humano no se mueve exclusivamente por intereses egoístas, sino que se rige continuamente (aunque de desigual manera) por su “escala de valores”, o sea, por su ideología.

¿Sabían los faraones que la construcción de sus grandiosas pirámides requería mano de obra esclava y mucho sufrimiento? Por supuesto que lo sabían, pero en su escala de valores la construcción de su monumento funerario estaba por encima del sufrimiento de los esclavos. Esa ideología de los faraones tiene, aún hoy, efecto en el modelo de país turístico que es Egipto.

¿Cómo se puede clasificar la ideología de una persona?

El diagrama de Nolan no divide la ideología en la clásica y ambigua izquierda y derecha, sino que utiliza dos dimensiones o tipos de libertad, pudiendo representar la ideología de una persona por un punto en un espacio cartesiano que usa esas dos dimensiones, las cuales son:

Posición aproximada de los partidos políticos españoles en el diagrama de Nolan, el cual representa la ideología según dos dimensiones o libertades: la libertad personal y la económica.

Posición aproximada de los partidos políticos españoles en el diagrama de Nolan.

  1. Dimensión social o libertad personal: Se deben valorar aquí aspectos tales como la libertad de expresión, la legalización de las drogas, el derecho a la intimidad, o cómo controlar la discriminación, la inmigración y el deterioro ambiental.
  2. Dimensión o libertad económica: En esta dimensión hay que valorar, por ejemplo, qué inversión debe hacer el Estado en hospitales o en reducir la desigualdad, así como la forma de establecer los impuestos, las pensiones, el control de los aranceles aduaneros y hasta dónde el Estado debe controlar a las empresas y el tipo de contratos que hacen.

En el gráfico adjunto se muestra que en las cuatro esquinas del diagrama encontramos las figuras de “progresista”, “conservador”, “liberal” y “totalitario”. Como puede verse, un “totalitario” restringe todo tipo de libertades (aunque ello suponga sacrificar derechos básicos), mientras que un liberal permite todo tipo de libertades (aunque ello suponga perjudicar a los más débiles o a los que no tienen voz, como los animales o la Naturaleza).

Hoy en día tenemos claro que el crecimiento económico no puede mantenerse indefinidamente. A pesar de esta evidencia, muchos liberales hablan de crecimiento sin poner límite a ese crecimiento y sin evaluar la “calidad” de ese crecimiento. Por poner un ejemplo, construir cosas genera empleo pero no es lo mismo construir colegios que tanques. Para medir esa “calidad es mejor usar el IPG que usar el obsoleto PIB.

La ideología influye en la ciudad: Ejemplos

Veamos algunos ejemplos de cómo la ideología influye en el desarrollo de una ciudad. Supongamos el caso real de una ciudad (Málaga), con una zona libre en la que tenemos dos opciones: Crear un bosque urbano que sirva como pulmón o construir edificios que harían que la economía se moviera más.

Un “progresista” valoraría especialmente las bondades en salud y disfrute a corto y largo plazo de una zona verde, mientras que un “conservador” valoraría más la creación de puestos de trabajo. Por otra parte, un “liberal” dejaría que el mercado decidiera qué es lo más rentable y, si nadie paga por usar una zona verde, eso sería para él una señal clara de que nadie quiere zonas verdes. Finalmente, el “totalitario” haría lo que a él le pareciera mejor según su propia opinión o interés personal.

Alejándose de estas cuatro posturas extremas, lo que habría que valorar en ambas opciones es, al menos, lo siguiente y para la mayor cantidad de población posible:

  • Las mejoras y ahorros en salud.
  • La calidad de vida (su cercanía a otras zonas verdes…).
  • Los posibles inconvenientes a largo plazo (contaminación, ruido…).
  • La creación de empleo, pero no solo la cantidad de empleo, sino también su calidad y permanencia a largo plazo. No bastaría con mirar el empleo potencial, sino que habría que evaluar de forma realista si ese empleo se materializará o si sólo se traspasará de un lugar a otro. Por ejemplo, un gran centro comercial crea empleo, pero también lo destruye, ya que la gente deja de comprar en otros sitios. Si además, ese centro acoge principalmente a grandes multinacionales, habría que valorar si eso beneficia a nuestra sociedad y al planeta.

Otro ejemplo frecuente lo tenemos cuando hay alguna industria cuya actividad es nociva para la salud, como es el caso de la cementera de Málaga, o la empresa plástica que atemoriza con cáncer a un pueblo murciano. La ideología será clave para valorar las ventajas de tener este tipo de empresa minusvalorando sus daños, o bien, todo lo contrario.

Finalmente, un ejemplo al que se enfrentan todas las ciudades: controlar el tráfico y su contaminación. Algunas ciudades valoran más la libertad de movimiento individual e invierten millones en facilitarla, incluso aunque ello suponga incumplir la legislación anticontaminación y poner en peligro la salud de los ciudadanos. Otras ciudades, en cambio, han decidido poner trabas al vehículo privado y facilitar el transporte público y el no contaminante (bicicleta, caminar…), anteponiendo el derecho a respirar aire limpio al derecho a moverse en coche privado.

Por encima de la ideología suelen dominar los sentimientos y los intereses personales, cuando lo que debería dominar es “la razón”, los datos, la solidaridad y la empatía hacia los más vulnerables. ¿Seremos capaces de exigirlo así a nuestros gobernantes?

Más información:

NOTA: Este artículo se sometió al concurso de ensayo de AVAPOL en 2017.

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Contenido publicado orginalmente en: https://blogsostenible.wordpress.com/2017/06/23/politica-urbanismo-ideologia-influye-ciudades/

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